El coronavirus alcanza los campamentos saharauis: dos muertos, dos positivos y 19 sospechosos en las últimas horas

La amenaza de propagación masiva podría causar una catástrofe sanitaria en una población vulnerable de 170.000 persona.

El coronavirus ha causado este domingo los dos primeros muertos en los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf, al suroeste de Argelia, una información facilitada por el Comité Técnico Nacional de Prevención de la COVID-19 de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y recogida por la agencia de prensa oficial Sahara Press Service (SPS). Los fallecidos eran dos de los cuatro positivos confirmados desde el pasado jueves (tres varones y una mujer) que se encontraban aislados y bajo tratamiento en el centro sanitario de Rabuni, sede administrativa de la RASD en los asentamientos del exilio; otras 19 personas se encuentran confinados en cuarentena al presentar síntomas compatibles con el virus.

El temor al contagio es ya una realidad en los campamentos una vez constatado que la pandemia ha logrado superar las rígidas medidas de contención establecidas por las autoridades del Ministerio de Salud Pública saharaui desde el pasado 18 de marzo. La amenaza cierta de propagación masiva podría desembocar en una catástrofe sanitaria: una población de algo más de 170.000 personas desterradas en situación de riesgo, carentes de los recursos alimentarios y médicos necesarios, en un limbo político y jurídico desde que España, antigua metrópolis colonial en el Sahara Occidental, los abandonara a su suerte hace 44 años.

El Comité Nacional de Prevención, encabezado por el primer ministro del Gobierno de la RASD, Hamudi Busharaya Beyun, había informado el pasado día 23 cuatro afectados por COVID-19, tres pacientes varones y una mujer (registrados dos de ellos como asintomáticos, uno con síntomas leves y otro en estado crítico). Mientras, la ministra de Salud Pública, Jira Bulahi Bad, lamentaba en su cuenta de Twitter unos contagios surgidos «tras mucho esfuerzo y medidas preventivas para proteger a nuestro pueblo» e insistía en que «nuestra situación de vulnerabilidad nos obliga a redoblar esfuerzos para seguir caminando».

Las autoridades sanitarias intentaron en un primer momento tranquilizar a los refugiados, por su bajo riesgo de contagio y sin propagación generalizada, pero la dispersión de los contagios en distintos sectores de los campamentos y la aparición de nuevos casos no invitan al optimismo. Una vez rota la barrera profiláctica dispuesta desde el 18 de marzo -la única posible dadas las circunstancias con los medios disponibles-, las autoridades saharauis no tienen otra fórmula que reforzar aún más los controles y confiar en el nivel de resistencia y sacrificio del pueblo saharaui para sobrellevar situaciones límite como ésta, después de casi medio siglo en Tinduf.

En las últimas horas, el Comité de Prevención de la Covid-19 ha subrayado que a la luz de la propagación de la epidemia de la COVID-19 «exigimos cumplir estrictamente con las medidas de contención limitando el movimiento de personas para evitar posibles contagios y la posterior propagación del virus» entre la población de los campamentos.

Estrictos controles

Desde mediados de marzo, las autoridades saharauis centraron su combate contra el coronavirus en la prevención de su llegada, centrando los esfuerzos de contención a las afueras de los asentamientos, combinando estrictos controles fronterizos con habitáculos y tiendas de campaña para la prevención y aislamientos en cuarentena. El régimen de alerta máxima temprana contemplado en el programa nacional de prevención contra la COVID-19 se centraba en el confinamiento domiciliario y la restricción de movimientos (similar al de otros países), con la suspensión de eventos sociales, culturales y deportivos y la clausura de espacios públicos y escuelas. Entre las medidas excepcionales añadidas se dispuso el blindaje de todo el perímetro de los campamentos, interrupción de comunicaciones terrestres y aéreas y el cierre de fronteras con Mauritania, el resto de Argelia y los territorios liberados en el Sáhara Occidental, junto a la limitación de traslados entre campamentos, el refuerzo de los controles de vigilancia y la entrada en vigor del toque de queda.

La población saharaui asentada en Tinduf se concentra en cinco campos de refugiados (wilayas), esto es, El Aaiún, Auserd, Smara, Bojador y Dajla -nombres similares a algunos enclaves principales del Sáhara ocupado por Marruecos; además está la sede administrativa de Rabuni. En cualquier parte de los asentamientos las condiciones de vida son extremas, en la Hamada argelina, una de las áreas más inhóspitas, pedregosas y áridas del mayor desierto del mundo, con temperaturas que rondan los 50 grados en verano, como hace apenas dos semanas.

La supervivencia de la población pende del hilo de una menguante ayuda internacional, en un escenario de carencias alimentarias, desabastecimiento de medicamentos y falta de personal e infraestructuras sanitarias que agudizan la situación de vulnerabilidad de sus habitantes.

Los campamentos de refugiados saharauis disponen de cuatro hospitales, dos de los cuales tienen quirófanos, con capacidad para unos 250 pacientes. En primera línea de atención primaria hay cinco consultorios y una veintena de dispensarios, según datos recogidos por el medio Ecsaharaui. La Unión Africana y la Agencia de Cooperación argelina han sido fundamentales para garantizar el suministro de alimentos, agua y medicinas, con un envío de 154 toneladas de ayuda a principios de mayo, en el que se incluía material de prevención y pruebas de PCR para el coronavirus; desde entonces el Ministerio de Salud Pública ha estado realizando un promedio de 200-250 análisis de detección, cuyos análisis se remiten a Argel. Los suministros y fármacos son servidos en su mayor parte por Médicos del Mundo con fondos aportados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID).

Además, los responsables sanitarios crearon grupos de tareas para visitar cada casa y cada jaima –hogares a modo de tiendas de lona- revisando el cumplimiento de las medidas preventivas y supervisar las necesidades más urgentes. Los grupos están compuestos por personal sanitario y profesionales capacitados para la detección de casos, con el apoyo de una brigada de médicos cubanos.

En cualquier caso, la falta de comida y agua es general en las cinco wilayas y en Rabuni, donde las ayudas resulta insuficiente. Smara es el campamento más poblado y con mayor escasez de alimentos, mientras que El Aaiún no dispone siquiera de agua ni electricidad. La Delegación Saharaui para España señala que la tasa de anemia entre mujeres embarazadas y lactantes en los campamentos de Tinduf supera el 73% y la malnutrición en niños menores de 5 años es del 25%», además de una alta incidencia de población con diabetes y problemas arteriales”.

En las últimas semanas se ha disparado la propagación del COVID-19 en África, con un ritmo de crecimiento en los positivos confirmados a la cabeza del planeta junto al de América del Sur. Suráfrica, con más de 422.000 casos; Egipto, por encima de los 91.500; Argelia, más de 26.000, y Marruecos, sobre los 19.600, encabezan ese triste ránking. No se han detectado por ahora positivos entre los alrededor de 30.000 saharauis -un número no muy preciso- de los llamados territorios liberados (al este del muro de 2.200 kilómetros repleto de minas que separa la zona bajo control marroquí). Otra cosa es la zona ocupada, donde se estima que habitan unos 100.000 saharauis, y en el que son numerosas las referencias sobre casos positivos entre su población, en especial en su capital El Aaiún, y las denuncias sobre detención de saharauis por causas políticas y su traslado a la conocida como la ‘cárcel negra’, hacinados con otros internos confirmados o sospechosos de contagio.

(Fuente: eldiario-2020/07/27)